La última excursión en Marruecos nos llevó a 150 km de Marrakech. Concretamente fuimos a las cascadas de Ouzoud, las cuales son las más altas y bonitas del territorio marroquí. Ubicadas en el pueblito Tanaghmeilt en la cordillera del Atlas, tienen una altura de 110 metros y están rodeadas de árboles de olivo.
Reservamos la excursión con la misma compañía que nos llevó al desierto de Marruecos durante dos días y entre ambas excursiones nos cobraron -después de mucho regateo- 50€ por persona. En esta ocasión, fue un viaje de ida y vuelta el mismo día. Nos recogieron temprano en la mañana y regresamos a las 18h a Marrakech. Por lo que aún nos quedó tiempo para visitar más sitios de la ciudad antes de irnos.
Excursión a las cascadas de Ouzoud
La furgoneta de la agencia turística nos recogió cerca del hostal una vez más y después de una parada en la plaza central -para recoger a los demás- emprendimos rumbo hacia el noroeste durante unas tres horas aproximadamente.
Aunque en el vehículo había espacio suficiente en los asientos de atrás, E y yo decidimos sentarnos delante con el conductor. Al igual que en la anterior excursión, esto nos permitía observar mejor el paisaje, preguntarle al conductor cualquier duda y tomar fotos rápidas de los alrededores. A diferencia del trayecto que hicimos los días anteriores, lo cuales habían sido hacia el sur (Ait Ben Haddou, Ouarzazate y el desierto en sí), en esta ocasión veíamos cultivos, árboles y montañas cubiertas de un manto verde.
Una vez llegados al pueblo Tanaghmeilt, empezamos el senderismo entre los árboles de olivos que bordeaban el río. De vez en cuando, nos asomábamos a los miradores que iban apareciendo en el sendero. Asimismo, encontrábamos una que otra tienda de souvenir o café. Cuando ya nos estaba entrando el calor, vimos unos asientos protegidos del sol entre las rocas.
En nuestro camino nos cruzamos con las ruinas de antiguas casas bereberes, las cuales estaban hechas de adobe. Este material ayuda a mantener los interiores fríos en las duras temporadas de calor. Además, nos mostraron una cueva donde anteriormente vivían los bereberes. Dicha cueva se puede ver desde la distancia, quedando ahora solo como recuerdo de lo que fue alguna vez.
El guía nos señaló un hotel que se está construyendo ahora mismo en la zona. Lamentablemente, tuvieron que desalojar a muchos de los habitantes para poder ampliar el terreno del mismo. Esta construcción la lleva a cabo el hermano del rey y pretende alojar a inquilinos con gran poder adquisitivo.
Continuando nuestro camino, al asomarnos por los miradores pudimos atisbar algunos trozos de la cascada. Sin embargo, no la vimos en su inmensidad hasta que la tuvimos de frente. 110 metros se dice pronto, pero cuando los tienes delante de tus ojos impresionan muchísimo.
Cuando llegamos a la parte baja de la cascada, el guía nos condujo hasta los barcos que te acercan a la caída del agua. Obviamente, este paseo en barco tiene su coste y no lo incluyen en la excursión. Puedes optar por no tomar el barco y seguir recorriendo el lugar por tu cuenta. Al fin y al cabo, al llegar a la cascada te dan unas horas de libre albedrío.
Nosotros nos metimos por todos los recovecos posibles, nos sentamos a refrescarnos y tomamos una que otra foto. Si lo deseas también puedes llevar traje de baño y entrar al agua. Aunque no vimos ningún turista haciéndolo, sí habían muchos locales nadando y lanzándose desde las rocas.
Para terminar el recorrido, visitamos la fauna local que principalmente atrae a los turistas: los monos. Los encontrarás en una terraza cercana a las cascadas junto con algunos marroquíes que te ofrecen frutos secos para que llames la atención de los animales. En lo que a mi respecta, que me encantan los monos, podría haberme quedado allí eternamente. De hecho, estuve un buen rato tomándoles fotos, hasta que se hizo la hora de ir a comer.
Ten en cuenta que la comida no está incluida en las excursiones. No obstante, los guías turístico te conducirán a un determinado restaurante para que comas allí. De este restaurante podrás esperar que sea lo más turístico posible, con precios más elevados y con poca esencia marroquí. Nosotros decidimos buscar otra alternativa por nuestra cuenta y no tuvimos que ir muy lejos para encontrarla. Justo enfrente del restaurante más turístico, estaba uno frecuentado por los locales con buena comida autóctona.
En el menú podrás escoger varios platos servidos en tajine. Este es un recipiente de arcilla donde tiene lugar la cocción lenta de los diferentes guisos. Tendrás gran cantidad de ocasiones para probarlo, ya que lo encontrarás por todo Marruecos.
Tras haber comido, era el momento de volver a Marrakech. Dejamos atrás la tranquilidad del campo, para volver al caos de la ciudad.
Me gustó tener la oportunidad de visitar las cascadas de Ouzoud, ya que es un paisaje exuberante de vegetación y fértil, en contraste con el panorama del desierto. En efecto, en Marruecos podrás disfrutar distintos paisajes a lo largo del país, además de su arquitectura y cultura. Aún me quedé con ganas de ver muchas ciudades más. La buena noticia es que esto se traduce en más razones para volver.